Eloísa

La experiencia en el programa fue un terremoto en lo personal, removiendo sensaciones que habían estado tan guardadas que desconocía y que no sólo me ayudaron a ver y empatizar con mi pareja, sino que a conocerme, replantearme y reconstruir las bases que hoy me sostienen.

Esto nos condujo como padres a conversar y replantear lo realmente importante para nosotros sobre cómo educar y llevar una crianza más activa y atenta a las necesidades y cuidados de los niños que nos rodean.

Fueron meses de compartir sentimientos y sensaciones tan desgarradoras, que uno tiende a guardar y esconder, pero acá encontré un espacio seguro y amoroso donde pude transitar y profundizar a corazón abierto junto a personas que sin conocerme, me contuvieron y me abrazaron sin juicio alguno. Me sentí escuchada, validada y acompañada en un proceso muchas veces muy solitario.

Aprendí que con que el silencio y la omisión sólo perpetúa y posterga el dolor. Que en vez de callar y seguir, hay que detenerse y sentarse a conversar, aunque aparezcan las lágrimas y las heridas. Que en temas de ASI no existen matices ni segundas lecturas y que para evitarlo hay que ponerlo en la mesa, conversarlo abiertamente y despojarnos de nuestra mirada adultocentrista para dejar las necesidades de los niños en el centro.

He logrado bajar la ansiedad en aquellos momentos donde estalla la ira, a acompañar y escuchar en vez de criticar, y, una vez ya en calma, decirle cómo me sentí y si es que me sentí pasada a llevar. 

Aprender a convivir y abrazar esta nueva realidad, a darle un espacio y dejar de esconderlo, ya sea dentro de nuestra dinámica de pareja como dentro de nuestra familia.

Lo que sigue es aprender a ser amables y acogernos en los momentos en que nos sintamos desolados. Se viene un gran desafío, pero confío en que todo lo que aprendí junto a este maravilloso grupo nos servirá para seguir construyendo nuestro infinito y dinámico hogar.

Volver